El verano pasado estaba tomando sol en un club y vi una escena que me llamó la atención. Un niño de unos 7 años estaba en la piscina haciendo el berrinche universal porque quería que su mamá le pase una pelota de plástico. Era la típica escena en la que la gente murmura: “pero porque no callan a ese niño”. Llanto, mocos, gritos y todo lo demás. A los segundos el papá entró al agua con celular en mano dijo: “Ya, pónganse para la foto”. De un momento a otro, todo fue felicidad.
Yo no soy madre y lo último que deseo es juzgar. Quizás fue una manera sabia de parar un berrinche, pero esa foto no fue el reflejo de lo que realmente estaba pasando esa familia. Esa foto era el reflejo de un momento de relajo en familia.
El problema con si somos -o no – adicto a las redes sociales no tiene que ver con las fotos que tomamos. El problema es que creamos que nuestro valor personal depende de ese like.
¿Nuestras redes sociales afectan nuestra identidad?
Hace poco leí una investigación de Harvard que concluyó que compartir información personal a través de las redes sociales activa las mismas zonas del cerebro asociadas a la sensación de placer. Para nuestro cerebro la «gratificación» de recibir un like en Facebook es la misma que cuando comemos, recibimos dinero o tenemos relaciones sexuales.
La mayoría de nosotros vivimos sumergidos en las redes sociales. Desde abuelas compartiendo recetas en Facebook hasta niños que no dejan de ver sus caricaturas favoritas en YouTube.
¿Estar más de 4 horas al día conectado significa que tengo una adicción a las redes sociales? Es probable que no. Pero la pregunta más importante es qué impacto está teniendo este hábito en tu vida.
A partir de estas investigaciones muchos psicólogos plantean listas de síntomas con los que puedes definir si eres -o no- adicto a las redes sociales. Sin embargo, es una cuestión más compleja que va por los siguientes 4 puntos:
1.- Hemos perdido la capacidad de disfrutar el momento
Según las últimas investigaciones, en promedio, cada uno de nosotros pasa siete horas y media delante de la pantalla.
Muchas veces vemos y experimentamos la realidad a través de nuestro celular. Tuiteamos, publicamos y grabamos inmediatamente lo que nos pasa, sin darnos tiempo de estar en el momento, disfrutarlo y realmente experimentarlo.
Debemos intentar que sea el amanecer y no nuestro celular lo primero que vemos en el día.
2.- Vivimos comparándonos con otros
Resulta obvio que nadie comenta su último ataque de pánico en Twitter o sube una foto de su terapia de pareja, sin embargo, tendemos a comparar nuestra vida con lo que los demás deciden mostrar de las suyas.
Muchas personas llegan a nuestro consultorio de terapia psicológica diciendo «Mi vida apesta». «Todos mis amigos son felices y tienen pareja menos yo». Y llegan a conclusiones basándose en lo que ven redes sociales Tenemos que ser conscientes que la mayoría de personas solo suben a redes sociales lo bueno de sus vidas.
Lamentablemente, como dice la famosa frase «Dime de qué alardeas y te diré de qué careces»
3.- Nos estamos acostumbrando a vivir en función de la aprobación de los demás.
Gracias a las redes sociales podemos ir construyendo cuidadosamente nuestra fachada hacia el mundo, mostrando nuestro mejor ángulo o eligiendo la frase más graciosa o ingeniosa. No hay silencios incómodos, online. Hemos creado un “superyó” virtual que es siempre chistoso y original, que sabe de actualidad y sale bien en las fotos.
Finalmente, esta “versión mejorada” de nosotros mismos es estimulante, pero conlleva el riesgo de que postear signifique: ¿Te gusto?, ¿soy lo suficientemente gracioso o interesante para ti? Más que una adicción a las redes sociales se convierte en una adicción a recibir una valoración positiva que termina definiendo nuestro valor personal y autoestima.
Como vimos en el artículo «Autoestima, qué historias te cuentas sobre ti mismo? mucho de lo que hemos construido de nuestra identidad puede que no tenga una base tan sólida.
Un ejercicio de sinceridad ¿adicto a las redes sociales?
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- Sientes ansiedad si no tienes conexión a internet
- ¿Alguna vez has sacado tu celular para evitar un silencio incómodo en el ascensor?
- ¿Has sentido envidia al ver algún perfil en Facebook?
- ¿Cuándo fue la última vez que te alegraste cuando dieron like a una de tus publicaciones?
- Te preocupa más la foto que disfrutar el momento
HAGAMOS UN ALTO Y DESENCHUFÉMONOS
El estar pendientes de las redes sociales puede tener diversos efectos perjudiciales en nuestro bienestar emocional:
Al estar constantemente conectados estamos en estado de alerta constante. Recibimos tantos estímulos distintos que ya no sabemos a qué prestar atención. Esta alerta termina generándonos ansiedad.
¿No sería mejor que la primera luz que veamos sea natura y no la de la pantalla del teléfono? Vivamos cada momento presente con todos nuestros sentidos, volvamos a valorar el hacer una cosa a la vez con atención plena, disfrutándola.
Dejemos de reemplazar el contacto directo por el virtual (volver a visitar a los amigos en el cumpleaños o al menos llamarlos en vez de solo dejarles un mensaje en Facebook). En conclusión, permitirnos estar desconectados para poder conectarnos con nosotros mismos y los demás de una manera más plena.