Ana llegó a consulta refiriendo sentirse extraña consigo misma, tras su último embarazo había cambiado mucho de humor y nada parecía animarla. No encontraba cómo salir de la depresión en la que se sentía sumida.
Sus amigas le habían sugerido que quizás podría tener una depresión posparto. Sin embargo, transcurrido un año desde su embarazó y sin cambios en su humor empezó a preocuparse aún más por esta situación.
Se levantaba malhumorada y poco a poco se había ido alejando de su esposo y familiares. Quería ser cariñosa y amorosa, pero no lograba conseguirlo. Cada vez era más distante y le costaba decir a su familia lo mucho que los quería. Ana se había puesto una máscara de fuerte e insensible y la máscara poco a poco se había ido fundiendo con su piel.
¿La depresión puede convertirse en un hábito?
Sí. Nuestros hábitos van moldeando lo que somos. Lo que le sucedió a Ana nos ocurre a todos en alguna medida. Cuando más tiempo dejamos pasar para cambiar, es más difícil volver atrás. Así mismo, conforme nos describirnos de cierta manera, vamos creando nuestra personalidad en base a eso que definimos ser.
Le pregunté a Ana qué pasaría si saliendo del consultorio ocurriera un milagro. Un milagro que hiciera que todos los problemas que la traían a terapia se resolvieran, pero no como en la vida real, poco a poco y con mucho esfuerzo, sino de pronto y de manera milagrosa. ¿Cómo se daría cuenta al día siguiente que el milagro había ocurrido?
Ana me miró incrédula y empezó a pensar qué sería lo primero que tendría que pasar al abrir los ojos que le haría darse cuenta de que el milagro ya se había dado.
¡Lo que no me esperaba!
Pese a lo que yo suponía, el milagro de Ana no consistía en sacarse la lotería, conocer a una celebridad o viajar por el mundo, muy por el contrario me respondió:
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- Me daría cuenta de que el milagro ha sucedido por qué me levantaría de buen humor.
- ¿Cómo te vas a dar cuenta qué estás de buen humor?, ¿Qué vas a hacer distinto?
- Ah, porque bajaría a tomar desayuno y le sonreiría a mi esposo, él se sorprendería, creo que con esa sonrisa se daría cuenta de que ya ha empezado el cambio.
Durante toda la sesión fuimos analizando qué más haría Ana de diferente, solo centrándonos en pequeños cambios significativo. En la siguiente sesión, Ana había logrado milagrosamente muchos cambios que deseaba mantener.
¿Cómo lograr que ocurra el milagro?
Céntrate en un cambio pequeño, redúcelo a su mínima expresión y limítate a simplificar su presencia, tal como le sugerí a Ana antes de terminar la sesión: “Actúa como si el milagro ya hubiera sucedido”, en palabras de George Bernard Shaw: ¡No esperes el momento oportuno, créalo!
Buen post como siempre…
[…] ¡CENTRATE EN LO QUE SÍ FUNCIONA! […]