Durante mucho tiempo se ha visto al cuerpo y la mente como algo separado. Se creía que los problemas, síntomas o trastornos físicos siempre tenían un origen también físico. Sin embargo, son cada vez más las investigaciones, tanto médicas como psicológicas, que confirman que el estado de nuestra salud depende en gran medida de nuestra salud mental y emocional, y que un problema de salud crónico puede ser consecuencia de emociones y tensiones no resueltas. A esto comúnmente le llamamos somatizar.
Conexión cuerpo y mente
La ciencia ha definido al cerebro como “el hardware” que nos permite experimentar emociones, creencias, pensamientos y actitudes, lo que también se conoce como mente.
Nuestra mente se comunica con el cuerpo por medio de hormonas, neurotransmisores e impulsos nerviosos. Así, por ejemplo, los pensamientos y emociones que ocurren en nuestra mente envían impulsos eléctricos que generan reacciones bioquímicas en el resto del cuerpo.
Una sencilla manera de observar esto es cuando nos sonrojamos frente a una situación que nos genera vergüenza o cuando nuestro corazón late más rápido al sentirnos en peligro. Este tipo de reacciones no son conscientes y muchas veces no hay forma de prevenirlas.
Estas reacciones se generan de forma automática, porque el sonrojarnos o las palpitaciones aceleradas son también formas de procesar emociones como la vergüenza o sentirnos en amenaza.
Mente sana, cuerpo sano
Son innumerables los estudios científicos que señalan al estrés emocional como un gran debilitador del sistema inmune, disminuyendo además la capacidad de nuestros cuerpos de sanarse a sí mismos.
Investigaciones realizadas con grupo de personas con una enfermedad terminal, descubrieron que los individuos con una elevada cantidad de estrés son más proclives a llevar un proceso de recuperación más lento y reportan una menor efectividad en sus tratamientos.
En la misma investigación, otro grupo de pacientes con la misma enfermedad acompañaron su tratamiento con un proceso de terapia emocional. Ese grupo de personas fueron dados de alta más rápidamente y tuvieron significativamente menor incidencia de recaer nuevamente en la enfermedad. (Fuente: Joe Dispenza, Breaking the habit of being yourself)
Algunos ejemplos de somatización:
Ahora que conoces un poco más sobre la relación cuerpo mente. Para que entiendas mejor lo que es somatizar, te lo contaremos a través de algunos ejemplos:
Gabriela lleva varias semanas sintiendo malestar estomacal. Los doctores le han dicho que tiene un desequilibrio gastrointestinal, pero no han podido identificar específicamente la causa. Generalmente en épocas de mucho conflicto con su pareja, experimenta una gran angustia y tristeza por no poder cambiar las cosas. Aunque no es la primera vez que Gabriela pasa por esto, aún no ha sido capaz de comunicar asertivamente lo que le ocurre, aislándose aún más con sus pensamientos y emociones.
En este caso, Gabriela no ha podido procesar la dinámica de conflicto con su pareja, lo que ha terminado generando una irritabilidad emocional que tampoco ha sido procesada ni expresada. Al no haber podido canalizar su malestar este ha sido somatizado físicamente, generándole a diario problemas digestivos.
Otro ejemplo de somatizar:
Rodrigo tiene la presión alta. Si bien ama su trabajo, generalmente se siente muy ansioso por lograr ambiciosos resultados. Diariamente le grita a su equipo de trabajo y se enoja fuertemente consigo mismo. Rodrigo tiene una alimentación excelente y sale a correr todas las mañanas, pero los resultados de sus exámenes de salud siguen alertando sobre sus problemas de hipertensión.
En el caso de Rodrigo, sus hábitos saludables de alimentación no son suficientes para compensar los hábitos dañinos para relacionarse consigo mismo y el trabajo.
¿Algunos de los ejemplos te suena familiar?
Según los doctores, todos somatizamos de alguna u otra forma. Incluso, se dice que el 15% de visitas al médico son somatizaciones físicas.
Síntomas más comunes de somatizar
El somatizar puede manifestarse en los malestares más pequeños e inofensivos como también a través de enfermedades o malestares crónicos que perduran en el tiempo. Aquí algunos ejemplos:
- Problemas gastrointestinales: distensión abdominal, náuseas, mareos, vómitos o dificultad para digerir alimentos comunes en nuestra dieta.
- Respiratorios y cardíacos: dificultad para respirar, sensación de ahogo, dolor en el pecho, taquicardia, presión arterial elevada o baja.
- Neurológicos: dolores de cabeza, insomnio, dolores musculares recurrentes, tinnitus o zumbidos en los oídos, parálisis de alguna parte del cuerpo.
- Sexuales: falta de deseo sexual, disfunción eréctil, alteraciones en el ciclo menstrual.
CONSEJOS PARA DEJAR DE SOMATIZAR LAS EMOCIONES
1. Escucha tu cuerpo
Es importante aprender a relacionarnos con nuestro cuerpo de una forma consciente, en la que prestemos atención a lo que siente o le hace falta. Nuestro cuerpo nos envía señales cuando algo no está funcionando bien. Por eso, solo necesitas observar y preguntarte a ti mismo qué podría estar gatillando ese malestar.
Si por ejemplo, últimamente estás experimentando mucho dolor muscular en el cuello, puedes preguntarte ¿Cómo me he sentido emocionalmente en los últimos días? ¿Qué emociones/pensamientos podrían haber provocado este malestar?
2. Aprende a verbalizar lo que te pasa
A veces vivimos de forma poco consiente sobre lo que nos está ocurriendo. Vamos en automático sin darnos el suficiente tiempo para procesar las cosas o llamarlas por su nombre.
El paso anterior nos sirve para empezar a escucharnos y también para aprender a buscar la raíz de nuestro malestar.
Escríbelo, convérsalo contigo mismo o con algún amigo. Esto es importante para lograr conceptualizar el problema y no solo quedarnos en las sensaciones.
Por ejemplo, “Estoy frustrado en este trabajo porque siento que no puedo desplegar todas mis capacidades” o “La sobrecarga laboral me está quitando tiempo valioso para mí mismo”. Desde ahí será mucho más fácil pensar en un siguiente plan de acción.
3. No olvides el cuidado físico
Aunque tus síntomas tengan un origen emocional, seguir cuidado tu cuerpo es igual de importante para prevenir la somatización. Aprende a observar qué es lo que tu cuerpo necesita y qué acciones concretas pueden ayudar a sentirte cada vez mejor.
Descansar más, comer a tus horas, evitar consumo desmedido de alcohol y por su puesto también seguir las recomendaciones de tu médico.
La ciencia también ha identificado tipos de acciones que ayudan a elevar nuestra energía y mejorar nuestro estado de ánimo:
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- Pasear por lugares tranquilos idealmente con áreas verdes
- Escuchar música alegre
- Bailar
- Abrirnos a socializar más con otros.
4. Trabaja en tu autoestima
Cuando sabes reconocer tu valor aprendes a darte la vida que quieres para ti mismo. No tienes que vivir con ira, frustración o con una pena constante. Sea cual sea la emoción que comúnmente genera ese malestar físico, no son tu única opción.
Aprende a darte la vida que mereces. Aunque las dificultades son parte de la vida. Tener una vida en la que te puedas sentir en plenitud y equilibrio es posible. Para ello, debes empezar a trabajar conscientemente en construir una vida, proyectos y relaciones que te hagan sentir bien.
Evalúa tu circunstancia actual y compárala con el tipo de vida ideal que te gustaría llevar: ¿Este trabajo es lo mejor para mí? ¿Esta relación me hace feliz la mayor parte del tiempo?
5. Aprende a gestionar situaciones difíciles
Las dificultades y desafíos son parte de la vida. Sin embargo, no siempre tenemos que ser víctimas de la situación y podemos desarrollar estrategias para afrontarlas y adaptarnos a circunstancias inesperadas.
Por ello, aprender a gestionar tus emociones es parte del camino. La gestión emocional significa ser capaz de regular y manejar las emociones difíciles, en lugar de actuar automáticamente bajo su influencia.
La falta de gestión emocional puede conducirnos a estados como la depresión, ansiedad, irritabilidad, entre otros estados que afectan nuestra salud física:
Algunas técnicas para gestionar dificultades son:
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- No evadir o reprimir las emociones
- Darles un sentido y propósito constructivo
- Identificar qué creencias están detrás de esas emociones
- Decir “NO” cada vez que sea necesario
- Dejar ir lo que no puedes controlar
- Aprender técnicas de relajación.
6. Busca ayuda profesional
Gestionar situaciones difíciles no siempre es sencillo. Lamentablemente, muchas veces ni en el colegio ni en casa nos enseñaron como hacerlo.
En realidad, aprender a gestionar circunstancias críticas es un aprendizaje continuo que inicia con el autoconocimiento y se fortalece con la autoestima, ya que aprendes a construir una vida donde sabes ponerte como prioridad.
En ese camino, la terapia puede ayudar a mejorar tu entendimiento de las tensiones emocionales no resueltas y a diseñar estrategias para afrontar situaciones difíciles sin somatizar ni sacrificar tu bienestar emocional.
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